Cuento celta
adaptado a la realidad Boricua
Llegó un día a Caguas una señora de tierras muy lejanas
(San Juan, Arecibo, Jayuya o algo así). Tenía
hambre y estaba más pelá que la rodilla de una cabra (con el debido respeto a
PEPA). Vio a unas personas pidiendo en
el semáforo de las Catalinas, así que decidió pedir ella también, de esa forma
reuniría lo suficiente para comprar el combo del día en Burguer King. Ni consideró la idea de comerse un pollito de
Popeyes. ¿Dónde se ha visto eso de un
fasfú al lado de un cementerio? ¡Pero, oh, cual sería su sorpresa, al ver a
otro pela’o irle pa’ encima! Esa luz era
de él, tenía que irse a otro sitio. Salió
corriendo, no fuera a ser que además de pelá la dejaran sin cabellera.
La siguiente luz la trabajaba una muchacha, o sea,
que ahí tampoco pudo pedir. Vagó sin
rumbo y casi sin energías hasta llegar a un barrio. Al menos esa fue la impresión que le dio, por
las lomas cubiertas de árboles, maleza y casas construidas sobre cuatro
palitos, o sea, vigas. Como no era de
Caguas, nunca supo si llegó a Río Cañas, Cañaboncito o el Sobaco.
Ahí se le prendió el bombillo. Recogió
una piedra, medianamente grande y la lavó en La quebrada llena de basura que,
más que correr por allí, se escurría a duras penas. Llamó a la primera casa
enrejada que vio, donde la atendió una señora con duvi. Le pidió prestada una olla para hacer una
sopa de piedras. Risas, risas, risas.
̶ ¡Joaco
la señora quiere hacer una sopa de piedra!
̶ gritó animada. Joaco, que estaba en la casa por el Fondo,
se había lastimado la espalda levantando unas cajitas en el trabajo, se
limitó a darle un OK con el pulgar izquierdo.
Al frente, en el terreno baldío hace tiempo que tenían el invento monta’o…
Antes de que nuestra buena
forastera abriera otra vez la boca, llegó Lola, con sus uñas postizas, tres
zanahorias y un paquete de caderas de pollo. Le siguió Cheo, quien
batalla con SSI para que lo pensionen a los 47 por los nervios; con tres papas
y un canto de jamón. Se acercó Papo, el
nene, que lleva buscando trabajo dos años, pero la cosa está mala… con un pote
de sal y cinco dientes de ajo. Luisa,
que cuida los nietos y no tiene vida con el lleva y trae a la escuela,
pero menos mal que ese día la maestra faltó… con una taza de arroz y 27
aceitunas. Carmen sacó una olla con el
culo pinta’o de negro, la puso sobre la parrilla que estaba encima de tres cantos de
bloques y le metió debajo unos varios pedazos de madera. Rafa arrastró una neverita, que tenía amarrado con hilo de anudar pasteles un abridor de botellas, hasta donde estaba
el grupo. Nunca sabremos quien de ellos
gritó ¡Ya era hora!
Llegó Piro a prender el fogón, trajo un galón de
agua, una cebolla y tres hojitas de laurel. Miró a la forastera a los ojos y dijo: ̶ Meeera, el cuentito ese de “Sopa de Piedra” lo
conocemos desde hace tiempo. Tira la
piedra, siéntate en aquella sillita y date dos o tres Medallas en lo que está la
sopa.
¡Y que con nosotros!
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