lunes, 30 de julio de 2012

SOPA DE PIEDRA


Cuento celta adaptado a la realidad Boricua


Llegó un día a Caguas una señora de tierras muy lejanas (San Juan, Arecibo, Jayuya o algo así).  Tenía hambre y estaba más pelá que la rodilla de una cabra (con el debido respeto a PEPA).  Vio a unas personas pidiendo en el semáforo de las Catalinas, así que decidió pedir ella también, de esa forma reuniría lo suficiente para comprar el combo del día en Burguer King.  Ni consideró la idea de comerse un pollito de Popeyes.  ¿Dónde se ha visto eso de un fasfú al lado de un cementerio?   ¡Pero, oh, cual sería su sorpresa, al ver a otro pela’o irle pa’ encima!  Esa luz era de él, tenía que irse a otro sitio.  Salió corriendo, no fuera a ser que además de pelá la dejaran sin cabellera. 

La siguiente luz la trabajaba una muchacha, o sea, que ahí tampoco pudo pedir.  Vagó sin rumbo y casi sin energías hasta llegar a un barrio.  Al menos esa fue la impresión que le dio, por las lomas cubiertas de árboles, maleza y casas construidas sobre cuatro palitos, o sea, vigas.  Como no era de Caguas, nunca supo si llegó a Río Cañas, Cañaboncito o el Sobaco. 

           Ahí se le prendió el bombillo.  Recogió una piedra, medianamente grande y la lavó en La quebrada llena de basura que, más que correr por allí, se escurría a duras penas. Llamó a la primera casa enrejada que vio, donde la atendió una señora con duvi.  Le pidió prestada una olla para hacer una sopa de piedras.  Risas, risas, risas.

            ̶  ¡Joaco la señora quiere hacer una sopa de piedra!    ̶  gritó animada.  Joaco, que estaba en la casa por el Fondo, se había lastimado la espalda levantando unas cajitas en el trabajo, se limitó a darle un OK con el pulgar izquierdo.  Al frente, en el terreno baldío hace tiempo que tenían el invento monta’o…

            Antes de que nuestra buena forastera abriera otra vez la boca, llegó Lola, con sus uñas postizas, tres zanahorias y un paquete de caderas de pollo.  Le siguió Cheo, quien batalla con SSI para que lo pensionen a los 47 por los nervios; con tres papas y un canto de jamón.  Se acercó Papo, el nene, que lleva buscando trabajo dos años, pero la cosa está mala… con un pote de sal y cinco dientes de ajo.  Luisa, que cuida los nietos y no tiene vida con el lleva y trae a la escuela, pero menos mal que ese día la maestra faltó… con una taza de arroz y 27 aceitunas.  Carmen sacó una olla con el culo pinta’o de negro, la puso sobre la parrilla que estaba encima de tres cantos de bloques y le metió debajo unos varios pedazos de madera.  Rafa arrastró una neverita, que tenía amarrado con hilo de anudar pasteles un abridor de botellas, hasta donde estaba el grupo.  Nunca sabremos quien de ellos gritó ¡Ya era hora!

Llegó Piro a prender el fogón, trajo un galón de agua, una cebolla y tres hojitas de laurel.  Miró a la forastera a los ojos y dijo:   ̶  Meeera, el cuentito ese de “Sopa de Piedra” lo conocemos desde hace tiempo.  Tira la piedra, siéntate en aquella sillita y date dos o tres Medallas en lo que está la sopa. 

¡Y que con nosotros!  
 

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