sábado, 3 de julio de 2010

HAY QUE ANDARSE CON CUIDADO

Con cada anillito que le crece a mis cuernos aprendo más. Hay que andarse con cuidado con eso de la edad y la apariencia. Que no es broma, que la vida empieza a los cuarenta. Pero como les espetan la idea de que solo se es feliz siendo joven, de piel tersa y firme y con un príncipe al lado, pues… jódanse. Yo cada vez que alcanzo un libro tipo la Juana Boba y los siete complejos, me los como página a página, ¡y con un gusto!

Hay que ser atlética, hay que ser de piel clara, hay que ser recatada, hay que ser de su casa, hay que ser sumisa, hay que casarse antes de los treinta. HAY QUE ANDARSE CON CUIDADO y no creer todo lo que dicen los libros, todo lo que venden las revistas, todo lo que anuncia la TV, todo lo que pregunta o insinúa la chismosa de la familia, la entrometida del barrio, la envidiosa de la oficina. A mí que no me vengan con eso de que soy facilita porque he tenido muchos maridos. ¡Si supieran que no he tenido todos los cabros que me habría gustado!

Ojo, que tampoco hay que irse al otro extremo, que si nos convertimos en anti-princesas para demostrar el punto, podríamos ser tan infelices como la noble atrapada en el castillo. La postura intransigente sería la torre, y la terquedad, el dragón que nos impediría escapar. Y ese dragón solo podría ser vencido por uno mismo; y resulta mucho más fácil echarle la culpa a otro que vencer nuestros dragones.

Ese fino balance entre la princesa mojigata y la anti-princesa guerrera solo se alcanza con los 40. A algunas les llega esa madurez de cuatro décadas a los veinte. Otras la alcanzan a los sesenta. Hay algunas que jamás se enteran. Lo que digo es que mientras mejor nos conozcamos, más seguras estaremos de nosotras mismas. Esa es la clave de la valentía. De atreverse a vivir la vida a nuestro propio ritmo, a nuestro paso, establecer nuestras prioridades, gustos y predilecciones. Abrazar la edad, las etapas y lo que venga con ellas. Que después, ¿quién te quita lo baila’o?

Además, hay tantas cosas que son relativas. En mí, los cuernos son un símbolo de elegancia, madurez, conocimiento. En otras, bueno ya sabemos… Otro ejemplo: ¿no se considera que el mejor pedazo de carne es el más tierno? El otro día estaba una conocida, con la sobrina en su casa. ¡Tan linda! En un momento de ternura le pide a la titi permiso para acostarse en el mueble sobre su falda, usándola de almohada. Acurruca su cabecita en los muslos de la tía y le dice con admiración y agrado ̶ ¡ay titi, tu eres blandita! ̶ La tía no la tiró al piso de un empujón, porque recordó que no tenía hielo para ponerle luego en el golpe.

Recuerden que se tolera lo que no se soporta. Hay que apreciar las diferencias. Y eso empieza por nosotras mismas.

4 comentarios:

  1. Hola Haydee!
    me encantó ilustrar el cuento de Yandalia, una pena que aún no lo hay avisto impreso.
    Realmente me pareció una nena con un almita super linda :)
    Te mando un beso y a Yandalia :)

    Mirita.-

    ResponderBorrar
  2. Suerte con tu blog. Lo leere siempre que publiques. Besos. Luis

    ResponderBorrar